domingo

ANILLOS DE HUMO

ANILLOS DE HUMO


Bajó la ventanilla, dio la última pitada, arrojó la colilla afuera y subió el volumen del estéreo porque estaba sonando su tema predilecto y deseaba cantarlo con énfasis. Sacudía su cabeza hacia adelante y hacia atrás, siguiendo el ritmo, mientras se dirigía a buscar a sus amigos para ir a jugar al fútbol al club de siempre. Desde hacía unos cuantos meses se juntaban todos los días martes con la excusa de hacer un poco de deporte.

Faltando quince minutos para que terminara el partido tuvo que salir de la cancha porque le faltaba el aire y había comenzado a ahogarse. Más tarde, cuando en el vestuario sus compañeros de equipo le hicieran bromas diciéndole que así no llegaría a su cumpleaños número treinta, para el que sólo faltaban dos semanas, Camilo repitió la misma frase de siempre:
-Voy a dejar de fumar el día que encuentre al amor de mi vida. Es una promesa y así será- decía convencido y encendía un nuevo cigarrillo al que miraba fijo, como amenazándolo.


Sus amigos, pese a notar que el tabaco le estaba haciendo mal a su salud, le respetaban esa idea pues ya conocían cómo le funcionaba la voluntad en esos casos. En una ocasión había prometido que si salía victorioso de una traumática intervención quirúrgica a la que fue sometido, abandonaría por completo la ingesta de bebidas alcohólicas que por esos tiempos realizaba con vehemencia. El resultado no pudo ser mejor: la muela que le extrajeron exitosamente lo obligaba a ejercer la abstinencia etílica de manera permanente. Él había dado su palabra y por ello cumplió. Nunca más volvió a beber nada que contuviera alcohol, y, como ironía, comenzó a jugar al fútbol con una camiseta que en la espalda dejaba ver en forma ostensible el número catorce. Por todo esto es que grupo de amigos íntimamente sabía que él habría de cumplir su promesa. Para ello sólo faltaba lo que unos días después ocurrió…
Aquel domingo a la tarde Camilo salió de su casa decidido a encontrar un cenicero distinto para su colección. Uno que fuera extravagante y a la vez original. Recorrió todos los lugares de los que estaba anoticiado con idénticos resultados: tenían los mismos que él poseía. Cuando la tarde y sus ganas estaban mermando, súbitamente, recordó un lugar que días atrás le habían recomendado como el sitio adecuado para lo que pretendía.

Jamás una definición fue tan estrictamente cierta como esa.
Encontró ahí un cenicero de pie de sesenta centímetros de altura, tallado en caoba que representaba a una mujer sin rostro, desnuda con el cabello atado. De sus exagerados pechos salían dos rosas. La brillante terminación en laca le daba el toque imponente. Con ese cenicero ya se hubiera dado por satisfecho pero el destino le hizo un favor y lo dejó cruzarse con ella.
María: majestuosa. La Divinidad encarnada en el sutil contorno de un cuerpo de mujer. Perfecta, vital, joven, sensual, dolorosamente bella. Emanaba tanta paz y seguridad de sí misma que parecía capaz de calmar cualquier tempestad o de ordenarle al tiempo que se detenga o avance según su antojo.

Camilo se paralizó. Sudó. Las ideas se le amontonaron en la garganta y su corazón comenzó a latir al ritmo de su nerviosismo. Se encontraron en las miradas. Se reconocieron el uno en el otro, se necesitaron al instante. Se hacían falta por unanimidad.

La votación fue tan sencilla como directa: él propuso y votó a favor en cuatro palabras:
-Mañana a la noche- dijo con una voz que parecía de otros momentos de felicidad que, no encontró explicación lógica, aún no había vivido.
-A las nueve- sentenció ella, en una afirmación que más que a veredicto sonó a deseo.
-A las nueve - repitió él y salió del local, absorto, mirando el piso sin terminar de entender lo que le acababa de ocurrir. En las manos llevaba su extravagante cenicero.
En el auto, mientras fumaba y miraba la braza del cigarrillo, presintió que ese era uno de los últimos. Las promesas estaban hechas para cumplirlas y él, precisamente, era un promesante. Después de todo sería el mejor negocio de su vida. Recordó los calambres que de noche lo asediaban y lo mantenían despierto y dolorido hasta el alba. Sonrió al fantasear con ella como la mujer que podría salvarle la vida. Complacido, esa noche se durmió saboreando esa posible redención.

Lunes: el día acordado. La jornada transcurrió más lenta que nunca. Las nueve de la noche parecían más lejanas que la paz mundial. Pero finalmente llegaron a la misma hora de todos los días.

Entonces María y Camilo se vieron. Bebiendo agua mineral en copas azules esmeriladas, mientras resumían sus vidas en palabras simples y seductoras. Sus miradas estaban encendidas y cargadas de anhelos. Sus cuerpos se erizaban y estremecían a cada roce.

La habitación del hotel no tenía nada de especial, salvo un ramo pequeño de jazmines y sus ocupantes, que con la desesperación de dos convictos en fuga se hacían uno solo del modo más primario y elemental. Las respiraciones agitadas y exaltadas por el fulgor de la piel incinerándose, cabalgaban en perfecta sintonía, componiendo así la más armónica, intensa y excepcional melodía que a dúo, exhalaban al cielo como manifiesta expresión del amor una pasional plegaria, pidiendo la eternidad de ese preciso instante de plenitud total. Juntos crearon y habitaron su edén. Luego, temblando aun, volvieron a sus desnudos y transpirados cuerpos. El ramo de jazmines, que reposaba al lado del altar que en forma de cama había propiciado el ceremonial encuentro, aromaba sus extasiadas lágrimas.

Los dos conocían aquel proverbio que rezaba "No compartas tu almohada con quien no comparte tus sueños" y ambos lo habían padecido con anterioridad. Pero acaso ahora...

Súbitamente Camilo ya no deseó fumar. Lo asaltó la urgencia de cuidar su vida para entregársela a ella. En segundos percibió la necesidad de convertir su cuerpo en el más sagrado y puro templo para celebrarla a ella. Se juró no volver profanarse.

Más tarde, ya en su casa y mientras decretaba esa fecha como "lunes de Pascua", tiró a la basura la caja de habanos que abasteciera sus ansias nocturnas y sahumara sus ideas en esas noches insomnes en las que él fumaba en la cama con la mirada en ninguna parte, pensando en su destino.


Se levantó temprano con la convicción de no ser el mismo de siempre. Cuando iba en el auto hacia el trabajo notó que el mar reposaba de un modo peculiar, diferente y silencioso. Después se percató que las copas de los antiguos árboles que decoraban las plazas céntricas mostraban una variada gama de verdes muy vivos y notorios. Ya al atardecer, en la culminación de una jornada soleada y sin viento, contempló como nunca antes la caída del sol y la posterior coloración del cielo en tonos amarillos y rosados fundiéndose en el azul pastel predominante.

A la noche, mientras se dirigía al club a jugar al fútbol, detuvo su auto en la costanera y se puso nuevamente a contemplar el plácido mar que iba y venía sin apuro ni retraso, sin osadía ni timidez, cumpliendo con su labor sin emitir quejas. El llamado de un amigo a su teléfono celular para recordarle el partido en el club lo hizo sobresaltar y caer en la cuenta de que se había quedado hipnotizado con el ir y venir de las pequeñas olas. Manejó deprisa las cuadras que le faltaban mientras pensaba que nunca antes se había sentido así.

Sus amigos lo abrazaron al escuchar el relato sobre María y al comprobar, estupefactos, que no fumaba ni llevaba olor a tabaco consigo.

Lo habían visto tantas veces sufrir por continuos desengaños y por los inútiles esfuerzos por encontrar la persona justa para él, que por fin percibían que esta era la oportunidad para la que se había estado preparando toda su vida.

El partido, empero, debía comenzar. Dejarían para después los festejos correspondientes.

El primer gol que convirtió lo celebró bailando al ritmo de la música que se escuchaba en los altavoces del club; el segundo, haciendo un exagerado movimiento sexual, luego simulando encender un cigarrillo y levantándose la camiseta para dejar a la vista una remera blanca en donde se leía: "El fumar es perjudicial para la salud". Todos rieron.

A cuatro minutos de terminar el partido sintió que se ahogaba. Intentó respirar profundo pero el corazón se le aceleró más. Pensó en María, tosió y cayó de rodillas. Se le acalambró el cuerpo por completo. Las puntadas en el pecho se hicieron cada vez más intensas y el dolor se le tornó insoportable. No pudo hablarle a sus amigos que, pálidos, lo rodearon preguntándole cosas que él ya no escuchó. Volvió a pensar en la noche anterior y sintió amor, dolor, calor. Entonces un rayo de fuego le atravesó el corazón. Luego, el frío. Sintió el frío más indeseable que existe al tiempo que comenzó a ver algo difuso: la imagen femenina y sensual de su extravagante cenicero que iba modificando su gesto hasta adquirir el rostro de María, que sonriendo mientras sus labios emanaban humo en bocanadas que volaron sobre él envolviéndolo y acompañando el trayecto último de su caída. Su mirada se consumió poco a poco hasta apagarse en el momento en que la cabeza dio de lleno contra el suelo de la cancha.

Su quejido final, el ruido del impacto y los gritos desesperados de sus amigos, quedaron flotando en el aire como anillos de humo.
Para cuando llegó la ambulancia Camilo estaba muerto.

--Martín Aon

Nota: La ilustración está hecha por SIGMA.
En realidad, el texto es la excusa para poder publicar el dibujo.

22 Comentaron sin empacho:

Irene dijo...

guauu!! ma mato Martin!!
Q relato!!
O a lo mejor estaba destinado a vivir ese rato de felicidad??. Por lo menos murio feliz con el rostro de Maria en su cabeza.

Sigma dijo...

"Dolorosamente bella"... sus textos nunca son una excusa,son un placer. Siga asi Aon, igualmente mis dibujos evitelos cuando quiera!!! Saludos!

Consol dijo...

Gracias querido Martín pues hoy, gracias a su relato, yo que no iba a hacer nada más que penar mi tristeza, al ver su nuevo relato, he tenido la alegría a mi lado y con ese mi ritual que usted ya conoce, he tirado a la basura el llanto y he vuelto a tener unos minutos de felicidad.

babylonia dijo...

Impactante...mi marido es fumador empedernido y obsecado, encima con antecedentes familiares de trastornos gracias a l maldito cigarrilo...

eMe dijo...

Pobre María... ahora entienden por qué no dejo de fumar??? Mirá lo que le pasó a Camilo, la puta madre...

Martín Aon dijo...

AMIGA IRENE, yo preferiría morirme de viejo, muy viejo y si es posible no morirme. Ante la idea de la muerte no me consuela ver cara alguna (evitaré el chiste fácil acerca del rostro de Dios).
Gracias por pasar siempre por acá.

SIGMA cuando quiera me manda algún otro dibujo, no sea humilde ni haragana. Me alegra que salga cada tanto del silencio y lo haga justamente en esta choza. Un beso.

SIBERIA, qué raro es el mundo ¿no?. Jamás imaginé que alguien iba a alegrarse (o suspender momentáneamente la tristeza) con este texto.

BABYLONIA confieso ya mismo mi adicción al cigarrillo. Y acá va la falsa promesa que desmiento unos renglones más abajo: en cualquier momento lo dejo.

eMe de música, la entiendo perfectamente; me sucede lo mismo.
Ya que la veo por acá quería ofrecerle un chimango hasta que se concrete lo de Zacarías. No será el loro parlante, pero creo que no le molesta el humo del cigarrillo.

eMe dijo...

Nononononono... yo no quiero ni un chimango ni ninguna otra cosita que no sea a ZACARÍAS!!!

Mentendió??? Yo lo vi primero, carajo!!!

Irene dijo...

Mire AON, no se si es preferible no morirse NUNCA. Q de lindo hay en no morirse nunca, pero ver a los suyos si??--No no..si de viejita, pero bien y piola.

Anónimo dijo...

atrapantes anillos. le cuento que más de una vez, mis cejas cansadas se elevaron sin ningún sacrificio, más allá del límite

soy viruta, intentando por todos los medios... hasta con el anonimato

Anita la bibliotecaria dijo...

ME MA TÓ el relato....la pucha, mientras leia imaginaba los posibles finales, temia q iba a morir el pobre camilo...

Muy buen relato Doc...

Gracias por el saludito x mi cumple. Cuando es el suyo???

Besotes

Martín Aon dijo...

EME DE MALA, si, claro que la entendí, no se ponga así que le va a subir la presión.
Tento la entendí que ya mismo le estoy mandando un pollo, relleno y todo.

IRENE, tiene razón en eso de ver a los demás irse. Es tremendo. Por ende, decretemos la inmortalidad en general, como lo hacen en uno de los mejores libros que leí (Se llama Copyright, en breve se lo comento y recomiendo mejor).
Gracias por venir, Amiga Irene.

VIRUTA, no se mencione en voz alta que los de blogger la van echar a patadas si la descubren. No me diga que no está en juicio con ellos o algo así.
Muchísimas gracias por insistir, Doña Viruta. Su presencia es música para este blogcito a capella.

Martín Aon dijo...

ANITA, la saludo nuevamente, en este caso por acá.
¿La pasó bien?
No se estila que una paciente entre en confianza con el Dr. y le pregunte así como si nada cuándo es el cumpleaños ¿me comprende?.
Así no es la cosa, muchacha.
No.
¿Qué se cree que es esto?
Usted dedíquese a cumplir su tratamiento, siga viniendo regularmente y punto. Ya sabe incluso que acá hasta le vamos cortar el pelo si quiere... pero preguntas de la vida personal al Doc no.
Y no me lo haga repetir.
El Lunes 26, que es mi cumpleaños, no quiero que empiece con eso de, le traje este pañuelo, le compré este frasco con aceitunas, acá está la mermelada de zapallo. No.
Punto.

Anita la bibliotecaria dijo...

OK Doctor, se hara como ud dice.
Mi vieja hace una mermelada de zapallo, de rechuparse los dedos.

eMe dijo...

Un pollo relleno??? Me vio cara de hambre ud.???

Irene dijo...

amiguisimo y queridisimo Aon...
Ya arregle la pc, y lo primero: saludarlo a Ud..
le mando todos los besos.

Vivius dijo...

Martín, conmovedor relato. Tanta espera para no poder disfrutarla, es triste. Triste como el día gris de hoy.

Coincido con eMe, no voy a dejar de fumar! :)

Anita la bibliotecaria dijo...

Doctor, necesito una sesión de emergencia!!!!! UD Me tiene abandonada!!!!!
buuuuaaaaaahhhhhhh....buuuuuaaaaaaaaahhhhh ( llanto desconsolado)

Anita la bibliotecaria dijo...

MIre, mireme doc.....tengo las bragas por el piso???? que haaaaaago???

Martín Aon dijo...

EME DE MERIENDA, muy buena la nota que me envió sobre el loro perdido. Voy a ver cómo la puedo agregar al relato de Zacarías.
Gracias por por leer una nota y recordar un texto mio.

AMIGA IRENE, celebro por el bien de este y todos los blogs que tenga recuperada su PC. Bienvenida nuevamente.

VIVIUSKA, coincido con usted y con eMe en cuanto a dejar el tabaco y lo digo sin el más mínimo orgullo.
Grcias por pasar.

ANITA, lo suyo va tomando lentamente el rumbo del tomatal.
El tratamiento que solicita con el doctor está directamente ligado a su último comentario, y es el siguiente:
Levántese las bragas.
Este es un lugar público, levemente literario y, llegado el caso, familiar.
El Dr. le receta un examen de conciencia, un tiempo de silencio y por sobre todo, mucha lectura.

Anita la bibliotecaria dijo...

Doc, ud esta equivocado, se rompio el elastico de las bragas y entre en una especie de crisis....ve!!! ni ud me entiende....

Martín Aon dijo...

ANITA , el Dr. House ha dejado este Blog definitivamente, para abrirse uno propio o para irse a filmar otra temporada de la serie o lo que fuere.
Va a tener que buscarse un tepapeuta o una modista o algo.
Acá, lo máximo que va a encontrar son textos, que acaso a veces sirven para matar el tiempo, que no es poca cosa.

Lacaze Zara dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.