domingo

PALABRAS SECAS, SILENCIOS HÚMEDOS


A ninguno de los tres se nos ocurría nada realmente trascendente. Nos habíamos propuesto realizar actos que valieran la pena, que nos prolonguen un poco la vida, al menos en el recuerdo (ya que, después de noches y noches de debates infructuosos, terminamos por aceptar nuestra irrevocable mortalidad).

Esa tarde yo sugerí -sin énfasis- festejarle el cumpleaños a Franela, el cuida coches de la calle 25 de Mayo, que tanto nos hacía reír con sus chistes sobre los políticos cada vez que íbamos a buscar al Negro a la Biblioteca, ese extraño templo de libros y silencio en el que nuestro ilustre amigo trabajaba (sacando fotocopias).

Mientras tomábamos nuestro café de los viernes, Franco propuso hacer explotar una de las manzanas que está frente a la plaza Colón. El objetivo no era el de recuperar un espacio verde y hacer un paseo, como en la manzana 115, sino el de vengarse de una mujer (la Rusita) que lo abandonó, 10 años atrás, en pleno viaje de egresados. En verdad Franco dudaba si ella aún vivía ahí, pero nos explicó que se podría hacer un derribamiento preventivo...

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