lunes

Psicofango I - Mar del Plata



I

 El pasado 10 de septiembre fue la Fiesta de Presentación en sociedad de Psicofango, a las 9 de la noche en el Espacio la Bicicleta (Falucho 4466 Mar del Plata).


Ese mismo sábado por la tarde, mientras le arreglaba el inodoro a Josefa -una profesora de literatura jubilada- (quizás sea oportuno aclarar ya mismo que uno puede ser escritor, pensar y sentir como escritor, si, pero que a la hora de pagar las facturas y otros menesteres es más seguro en estos tiempos ejercer la plomería), le comenté al pasar que en algunas horas asistiría a un evento literario llamado Psicofango.

 La mujer entendió que psicofango era el problema de su inodoro y acusó a su difunto marido de haber sido él quien eligiera ese maldito artefacto sanitario que tantos problemas le causaba. Se despachó sin pausa sobre otras malas elecciones del finado hasta que encontré un hueco en su parlamento para aclarar “No Josefa, Psicofango es el nombre del encuentro de esta noche”.

 -¿Y qué es eso, qué significa? Suena raro, como la crema para las hemorroides que usaba mi marido…

- Es un grupo de artistas que...

- …o a reunión de drogadictos. No vayas si es de noche. Y si vas, tené cuidado. Ahora las cosas se degeneraron. En mi época, nene, hacíamos unas tertulias de té y poesías en el Club Pueyrredón que ni te digo. Todavía guardo algunos de mis poemas mecanografiados; ahora te los voy a traer a vos que te gusta leer.
- Mire –
intenté ponerme firme - Psicofango es… - pero no terminé la frase, mitad porque no me escuchó y se fue hacia el living, y mitad porque no sabía cómo definir Psicofango.

 -Acá están –dijo la mujer trayendo una pila de papeles amarillentos - hay poemas míos y de mis compañeras. Vas a encontrar mucha poética en estas páginas.

 - El inodoro se tapó por esto –interrumpí, entregándole un audífono empastado.

 - Ay, querido, mirá a dónde había ido a parar… -se ruborizó. El chiste fácil detonó al instante en mi cabeza: Con razón esta vieja escucha para la mierda.

 -¿No me vas conectar el lavarropas? –preguntó al ver que yo guardaba mis herramientas. "¿Para lavar el audífono?" pensé, pero no me pareció prudente decirlo.

 -Se me hizo tarde ya. El lunes vengo.

-Bueno, te espero así lees los poemas y me contás como te fue con los chicospaco… ¿así era?

-Psicofango, Josefa, Psi-co-fan-go. ¿Está abierta la puerta de abajo?

-Bajo con vos.
Nunca un ascensor tardó tanto en recorrer 15 pisos.

- Dejame que te diga que no te enganches mucho con eso de los grupitos de artistas, te lo digo yo que ya viví de todo. Para que te vaya bien tenés que tener talento, suerte y además tenés que irte. Acá no es lugar para eso. A los que les fue bien es a los que se fueron.

Mientras me pagaba seguía hablando sin parar acerca de la chatura marplatense con respecto al arte y de lo infructuoso que habían sido los intentos aislados en distintas épocas y de diversas disciplinas. Lo último que dijo en su monólogo, ya en la puerta del edificio, fue: “Mar del Plata está acostumbrada a recibir, no a generar”. Tiene razón en eso, pensé, y me fui con mi valija de herramientas en una mano y la sopapa en la otra. Faltaban un par de horas para enterarme bien de qué se trataba Psicofango.



II



Llegué al Espacio La Bicicleta pasadas las 21.00hs. Me pareció raro ver tantos autos en la cuadra, ya que no es una zona muy concurrida. Alejo Salem días atrás me había expresado su pronóstico en cuanto a la asistencia del público: ojalá que vaya alguien.

Y en lugar de alguien creo que fueron todos. Porque en verdad el salón estaba lleno de gente. Y no era gente amontonada en un establecimiento X para hacer bulto –perdón-, no; había algo compartido flotando en el aire –tampoco era humo, por aquello de Prohibido fumar etc.-, diría que se respiraba una dulce tensión, mezcla de nervios con temor y ganas silenciadas de que todo salga bien. Esa incertidumbre esperanzada de una definición por penales. Pero en este caso no había rival. El arco contrario estaba afuera, en todas partes, pero no ahí; no en esa noche de sábado con temperatura bajo cero, capaz de desmoralizar hasta al más estoico de los cuidacoches.

Todavía ingresaba gente cuando, pasadas las 22.00hs., Alejo Salem agradeció a los presentes y leyó las Instrucciones para asistir a ese tipo de reuniones (texto de Ana Luz Mazza), dando comienzo oficialmente a la Fiesta de Psicofango. También leyó –como luego hiciera durante toda la noche, breves premisas acerca de Psicofango (Postulado Nº 7: El grado de aceptación del Psicofango no depende absolutamente de nada).


Luego Salem desplegó el abanico Psicofango al presentar las fotos de Mara Sosti, el dibujo de Alejandra Constantino y la obra de Maria Alejandra Estifique. Esa brisa de arte que recorrió el lugar se acopló con la música de Leaving Moscú (banda de Rock de Mar del Plata integrada por Diego Garro, Pablo González, Andres Weiske -¿Pomelo?-, Juan Pablo Parodi, Martin Lazarte y Guillermo Marcel) que abrieron su excelente participación en el evento con el tema Shangai.


La gente seguía llegando a buen ritmo. Puedo dar fe de ello porque mi ubicación –poco estratégica, es cierto- estaba al lado de la puerta y recibía los empujones correspondientes de cada recién llegado. En tanto, frente al micrófono se sucedieron Gastón Dominguez, Alejo Salem, Carolina Bugnone y Paula Fernández Vega leyendo sus respectivos trabajos.


Pensé que con todo eso ya estaba justificada la fiesta. No exagero si digo que para mí el arte estaba sucediendo ahí, en ese momento, con la aparición de muy buenos textos y música bien lograda, separando las lecturas de manera armónica (Los chicos de Leaving Moscú tocaron a lo largo de toda la noche: Sabés, Ecos de Joshuá, Temazo, Terco y Loco, Triste despedida, Gente fría, Balada, Inocencia, Folclore e Insaciables, además de musicalizar la poesía de Alejo Salem Quémenme).

Y sin embargo todavía faltaba mucho. Porque se presentó también el Fanzine de Psicofango I, hecho cálida y generosamente por La Pequeña Editorial. Esta primera entrega –disponible a tan solo $20- contiene textos de Gabriela Cancellaro, Martín Zariello, Paula Fernández Vega, Maximiliano Provenzani, Gonzalo Viñao, Alejo Salem, Nicolás Pedretti y Carolina Bugnone. Verdaderamente un acierto, que promete para su segunda aparición, incluir los textos leídos en la Fiesta inaugural de Psicofango. Fiesta en la que también leyó Gonzalo Viñao y hasta ese exacto momento puedo certificar que entró público, porque recibí los últimos empujones mientras lo aplaudía.

Luego de una breve pausa retornó la música en vivo y se sucedieron en las lecturas, intercaladas con temas de Leaving Moscú, Lucia Giacondino, Ana Luz Mazza, Mariana Garrido, Nicolas Pedretti, Martin Zariello y Gonzalo Colantonio. Me sorprendió enterarme que Pablo Roset, Maximiliano Provenzani y Gabriela Cancellaro habían venido de Buenos Aires a presentarse al evento, dándole mayor trascendencia aun.

Lamenté en ese momento -y lo vuelvo a lamentar ahora- no haber ido preparado para tomar apuntes de cada uno de los lectores-autores porque en verdad merecerían algunos párrafos cada uno. Pero es que fui bajo la habitual premisa: expectativa cero. Y me encontré con algo grande, con mucho potencial, con talento, con humor, con ganas latentes.

Imaginé previamente acaso una reunión más de tantas, con presentaciones de egos a viva voz, llena de cuchicheos ácidos y detractores borrachos. Y fui a dar con el nacimiento de algo muy interesante de seguir. Algo que bien encausado puede hacer pie en estas costas, tan propensas a los naufragios artísticos, tan proclives a morir en las orillas.

Me fui con mucho más de lo que imaginaba llevarme. Me fui de la Fiesta de Psicofango con ganas de volver a escribir.


III


El lunes volví a lo de Josefa a conectarle el lavarropas. En el camino iba pensando en la manera de definir qué era Psicofango. Pensaba en cómo explicarle a la vieja sorda y bastante renegada que me había encontrado con un numeroso grupo de personas –en algún caso de cordura medianera- en pleno estado de ebullición artística. Un conjunto de falsos-pordioseros talentosos imposible de estereotipar. Gente particular y diversa con ganas de compartir su arte. Algo difícil de empardar.

-Acá tengo los poemas. Si querés leerlos ahora te hago un café – Ofreció Josefa cuando terminé mi trabajo.

-No, gracias. Estoy apurado. Otro día.

-¿Cómo te fue en la reunión del sábado, la de… cincopanchos era?

-Psicofango.

-Eso, si. ¿Y qué era?

-No sé porque al final no fui. Me quedé en casa. Usted tenía razón. Mar del Plata no da para nada, Josefa. Son $300.


Martin Aon.

viernes

YO, EL PEOR DE TODOS

“¿Me contradigo?...Pues bien, me contradigo.
Soy vasto. Contengo multitudes.”
Walt Whitman.

Los romanos utilizaban siete letras para expresar su sistema numérico. Del mismo modo, puedo usar los siete pecados capitales (pecados de los que soy un fervoroso usuario) para expresar mi autodefinición.

Es ahora la hora de admitirlo: soy mi peor invento.

Me solazo jugando a ser muchos distintos para no tener que responder por ninguno de ellos. Presento al embelesador, que oculta al embelecador. Improviso a un eximio, merecedor de un exilio. Expongo al jacarandoso, pero asoma el jactancioso. Soy -usando un título de Salem- mi mejor Contradicción.

Descreo de todo menos de mi certeza absoluta en la inexistencia de certezas absolutas. Desdeño lo que enseño; aprendí de mí a hacerlo.

Aseguro que nadie me ha visto nunca. Han visto, en cambio, a algunos de los que digo ser. Me place -no lo niego- ser todos los que creé (y no me los creo).

Soy inoportuno e intangible como un fantasma; poco comprador e inconstante como un duende venido a menos; literalmente fantástico, como un dragón en desgracia.

Soy el menos indicado y el más señalado; el que ama y hiere; el que no deja rastros sino cicatrices. Soy el delicioso imperdonable; el que llora en público y ríe en privado; el que otorga cuando habla y el que calla al recibir (y el que da para que tengas).

Soy un vampiro con crucifijo; un escocés con bermudas; un obispo con esposa. Soy el que se excede en excusas y carece de motivos; el umbral previsible de mi propia conformidad.

Soy el locuaz más silente; el juglar de entrecasa; el Ulises de jardín. Soy el pecador inconfeso; el casto mujeriego: el hereje que ríe en la pira. Soy el soez refinado, el de las lágrimas de reptil; el de la risa socarrona.

Soy uno de los sospechosos de siempre, de los intocables, de los perros de la calle. Soy - también- el bueno de una mala película; el polizón de la vida, el prorrogado; el que pide moratorias para jamás cumplirlas; el desertor de causas nobles.

Soy el sujeto mal predicado; el de adjetivos circunstanciales; el de pretéritos imperfectos. Soy el de lengua literaria y literatura charlatana; el de verbos inconjugables: el de presentes más bien tácitos.

Soy el que sueña con estar entre los primeros, pero tiene debilidad por los cuartos. Soy al que se le hirvió el agua para el mate; la bola ocho entrando primero; el cuatro de copas de mano. Soy el más tramposo de los leales.

Soy el que le puso la tapa a Pandora; Sansón con caspa. Soy por quién Cortéz no hubiera quemado ni una canoa. Soy un denario falso; un paraguas en Sodoma; la toalla de Pilatos; una herradura en Troya. Soy Rómulo alérgico a los lácteos.

Soy el que nadie quiere como yerno y el que algunas desean en su almohada; el que habla con rodeos acerca del grano. Soy el infame, el canalla, el bueno, el último..., y el que menos; el que se emociona sin causa, y el inconmovible.

Soy quien aspira a ser más besado que la sortija papal, la camiseta de la selección o que mi primera novia.

También sé -lo admito- que tengo un lado malo. Pero de eso han de encargarse mis detractores. Yo prefiero seguir pensando en los que soy, además de ser el más analfabeto de todos los que escriben.